El rey-filósofo. Platón, Carta VII.

Por otra parte, tanto la letra de las leyes como las costumbres se iban corrompiendo  [en Atenas] hasta tal punto que yo, que al principio estaba lleno de un gran entusiasmo para trabajar en actividades públicas, al dirigir la mirada a la situación y ver que todo iba a la deriva por todas partes, acabé por marearme. Sin embargo, no dejaba de reflexionar sobre la posibilidad de mejorar la situación y, en consecuencia, todo el sistema político, pero sí dejé de esperar continuamente las ocasiones para actuar, y al final llegué a comprender que todos los Estados actuales están mal gobernados; pues su legislación casi no tiene remedio sin una reforma extraordinaria unida a felices circunstancias. Entonces me sentí obligado a reconocer, en alabanza de la filosofía verdadera, que sólo a partir de ella es posible distinguir lo que es justo, tanto en el terreno de la vida pública como en la privada. Por ello, no cesarán los males del género humano hasta que ocupen el poder los filósofos puros y auténticos o bien los que ejercen el poder en las ciudades lleguen a ser filósofos verdaderos, gracias a un especial favor divino.

Platón, Carta VII, ed. Gredos, p 488.

 

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ATENAS SE RINDE ANTE ESPARTA. GUERRA DEL PELOPONESO.

Al día siguiente los embajadores comunicaron en qué condiciones los lacedemonios harían la paz; Terámenes habló por ellos y dijo que era necesario obedecer a los lacedemonios y derribar los muros. Se opusieron algunos, pero muchos más convinieron y se aprobó aceptar la paz. Después de esto Lisandro entró en el Pireo y regresaron los desterrados y derribaron los muros [atenienses] al son de las flautas con gran celo, pues creían que aquel día comenzaba la libertad para la Hélade.

Jenofonte, Helénicas, ed. Gredos, p. 74

 

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